Imagen: Abro Comillas.

  • La ablación es considerada una violación de los derechos humanos
  • La mayoría de las víctimas tienen entre 12 y 15 años

El teléfono de atención a la violencia de género (016) atiende estos casos ya que constituyen una violación de los derechos humanos y una agresión contra las mujeres y niñas por el simple hecho de serlo.

4 millones de niñas en todo el mundo son víctimas potenciales de la mutilación genital femenina (MGF). La mayoría de ellas tienen entre 12 y 15 años, aunque la edad en la que se realiza esta práctica está bajando con el objetivo de poder ocultarlo a las autoridades con mayor facilidad y de que se reduzca la resistencia de las niñas.  En España hasta 3.600 niñas menores de 14 años podrían estar en riesgo de ser mutiladas ya que proceden de países donde esta práctica es una tradición.

La OMS estima que entre 100 y 140 millones de niñas y mujeres de todo el mundo han sido sometidas a uno de los tres primeros tipos de mutilación genital femenina.

La MGF consiste en un procedimiento basado en la alteración de los órganos genitales sin ninguna razón medida que justifique esta práctica invasiva. Aunque existen distintos tipos, la mayoría de las veces la intervención consiste en la extirpación parcial o total de los genitales externos. Esto es considerado una violación de los derechos humanos fundamentales de niñas y mujeres.

Existen cuatro tipos de MGF. El tipo I es una escisión circular del prepucio clitoridiano con o sin extirpación parcial o total. El tipo II supone la extirpación total o parcial del clítoris sumado a la extirpación parcial o total de los labios menores. El tipo III implica la extirpación del clítoris y los labios menores y mayores; se cosen ambos costados de la vagina dejando un pequeño orificio para la orina y la menstruación. Esta práctica es la más agresiva e invasiva. Normalmente las víctimas son «desinfibuladas” en el parto y el día de la boda para poder mantener relaciones sexuales. En la mayoría de ocasiones esto lo realiza el marido con un cuchillo, posteriormente vuelven a ser “reinfibuladas”. El tipo IV recoge el resto de prácticas que no se pueden clasificar, como la perforación o incisión del clítoris, el estiramientos de los labios o la cauterización del clítoris y del tejido circundante.

En muchos lugares la ablación es tomada como un rito de transición a la madurez, se realiza antes del matrimonio o tras el primer embarazo. En otras ocasiones se considera este rito como un signo de prosperidad al matrimonio y un símbolo de honor para las familias. También está asociado con prácticas religiosas, donde su práctica es obligatoria.

A esta práctica se la considera una herramienta más de control y dominio de las mujeres, es una muestra de la desigualdad entre hombres y mujeres. Según Naciones Unidas, la ablación se practica de forma regular en 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional, además de en ciertas comunidades latinoamericanas. Esta práctica también permanece en las poblaciones emigrantes en Europa Occidental, Norte América, Australia y Nueva Zelanda.

La principal crítica que se hace de esta intervención es que no reporta ningún beneficio para la salud. En numerosas ocasiones es al contrario, las víctimas sufren consecuencias físicas y psicológicas a corto y largo plazo. Las complicaciones tras la mutilación van desde dolor intenso a hemorragias, infecciones, infertilidad y hasta la muerte según UNICEF. Asimismo, puede aumentar el riesgo de trasmisión del VIH.

Debido a la crisis del COVID, más de 2 millones de niñas no podrán escapar a la mutilación ya que Naciones Unidas tuvo que paralizar su programa de prevención.

Desde este mismo organismo están luchando para conseguir la erradicación para 2030. Aunque es un rito que se ha mantenido durante miles de años, hay datos que confirman que se puede acabar con él en una sola generación.

Muchas de las mujeres que consiguen escapar de la ablación son repudiadas por sus familiares y poblados. Esto dificulta la eliminación de las practicas. Muchas niñas logran evitar ser mutiladas dando la voz de alarma en sus escuelas. Para protegerlas se las lleva a campamentos o refugios, donde pueden terminar sus estudios.

 

Marina García. Jefa de Redacción y redactora.

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