Las afueras del aeropuerto de Kabul en agosto de 2021. Imagen: VOA.

  • El Estado Islámico ha intensificado sus atentados en el Emirato Islámico en las últimas semanas
  • Desde la toma de poder de los talibanes, las mujeres y las minorías chiíes han visto mermados sus derechos

La detonación de una bomba provocó una explosión en la mezquita Khalifa Sahib de Kabul (Afganistán) en la tarde de ayer, 29 de abril. Ningún grupo terrorista ha reivindicado todavía el atentado en el que 10 personas fallecieron y 30 resultaron heridas, según el Ministerio del Interior del país.

En el momento del ataque, cientos de fieles sufíes, una rama del islam, se encontraban dentro del santuario de la capital para rezar en el último viernes de Ramadán. A pesar de las cifras oficiales, testigos de la zona aseguraron que el número de víctimas fue mucho mayor. El propio jefe de la mezquita, Sayed Fazil Agha, calculó en torno a 50 víctimas mínimo.

La falta de transparencia del Gobierno talibán dificulta establecer el número concreto de personas fallecidas con el fin de evitar que se cuestione la seguridad nacional. Más aún con la oleada de atentados que han sufrido sus habitantes en las últimas semanas.

El día anterior, otros nueve individuos fueron asesinadas después de que el Estado Islámico del Gran Jorasán (EI-K), el brazo armado afgano del DAESH, detonase dos artefactos explosivos instalados en un par de minibuses de la ciudad norteña de Mazar e Sharif. Asimismo, 13 ciudadanos necesitaron atención médica.

También en una mezquita de Kuduz, ciudad cercana a Mazar e Sharif, se produjo hace una semana el atentado más mortal desde que los talibanes recuperasen el poder en agosto de 2021. En esta ocasión, ningún grupo reivindicó el ataque, a pesar de las sospechas sobre el EI-K, que acabó con la vida de, al menos, 33 personas.

En otros lugares de culto y escuelas, ya se encontrasen en Mazar e Sharif, en Kabul o en otras ciudades afganas, se desencadenaron más agresiones por parte del ISIS y su filial en esta zona. Principalmente, los afectados son ciudadanos de la etnia hazara (de la rama islámica chií), muy confrontada históricamente con los sunitas, predominantes en Afganistán.

Solo en la última quincena, los ciudadanos del régimen talibán han presenciado 10 asaltos. En ellos, más de 70 ciudadanos han muerto y otros 100 han sido heridos, si se tiene en cuenta únicamente las cifras oficiales.

Mapa del reparto de etnias en Afganistán. Imagen: Abel Gil Lobos en El Orden Mundial.

 

Afganistán: tierra de terrorismo

Más allá de la intensificación en los últimos meses, los atentados en Afganistán han sido una constante desde hace mucho tiempo, incluso antes del abandono de las tropas estadounidenses en 2021.

Ni siquiera la llegada al poder de los talibanes, uno de los mayores responsables, han cesado las matanzas. Por otro lado, el Estado Islámico, que empezó a perder fuerza en los últimos años, parece volver a la carga para evitar perder toda la influencia frente al Emirato Islámico.

Afganistán mantiene el primer puesto de la clasificación que cuantifica el número de atentados cometidos en el último año, según el informe del Índice global de terrorismo de 2022. En este sentido, en este país de Oriente Medio tuvieron lugar 6 de los 10 ataques más mortíferos de 2021, sumando 453 muertos.

Todo ello repercute, a su vez, en el presupuesto que tiene que usar el Estado para combatir y reconstruir los daños causados por el terrorismo. Los datos del mismo documento de 2019 sitúan su impacto económico en un 16,7 % del total del Producto Interior Bruto (PIB).

 

Las mujeres, aún con menos derechos
Si ya de por sí la situación de las mujeres en territorio afgano era bastante carente en términos de derechos y libertades, la llegada de los talibanes al poder ha debilitado aún más su situación.

La restrictiva interpretación de la ley islámica, o sharía, deriva en que la mayor parte de su vida social y profesional se reduzca al ámbito del hogar y a la dependencia respecto a una figura masculina.

También las niñas han sufrido las consecuencias. Las promesas de volver a permitir a las mujeres estudiar en institutos y escuelas, fijadas para el pasado 23 de marzo, fueron en vano: el Emirato Islámico retrasó la decisión indefinidamente.

En cuanto a las universidades, los talibanes anunciaron que mujeres y hombres estudiarían en días separados. Así, las primeras solo podrían ir los sábados, lunes y miércoles y viceversa, excluyendo el viernes por ser el día sagrado más importante de la semana.

Aparte del ámbito educativo, ya han comenzado la segregación por sexos en otros espacios como en los parques de atracciones.

 

Más prohibiciones
En las últimas semanas, el Gobierno talibán ha tomado otras dos decisiones claves que tendrán fuertes repercusiones sociales y económicas.

En primer lugar, anunciaron la prohibición del uso de la red social TikTok y del videojuego de disparos PUBG, al entender que “desvían a las generaciones más jóvenes” y emiten “contenido inmoral”, según recogen en el medio afgano TOLOnews.

Por otra parte, el Emirato Islámico vetó la plantación de amapolas, de la cual se extrae el opio, con el fin de mejorar el control sobre el tráfico de drogas. Esta decisión puede ayudar al país a conseguir un mayor reconocimiento exterior, del que no gozan explícitamente, pero sí a través de embajadas, reuniones y acuerdos comerciales.

No obstante, muchos agricultores empobrecidos, que vieron en este cultivo una rentabilidad económica, resultarán ampliamente afectados. Y es que la economía de Afganistán no mejora: un 80 % de la población está endeudada y un 95 % no se alimenta lo suficiente, según la Organización de las Naciones Unidas.

 

Venancio Sánchez-Cambronero. Redactor.

“El trabajo de los periodistas no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a esconderse”. Ryszard Kapuściński