Macarena Lledó
Me llena de rabia la apología del fascismo.
El otro día mi madre me dijo algo sobre lo que no he podido resistirme a escribir: “Nunca he vivido el franquismo tanto como ahora”.
Mi madre nació a principios de los 60, vivió los últimos años de la dictadura sin ser apenas consciente debido a su temprana edad y creció y maduró en una época en la que todo el mundo quería olvidar: mayo del 68, el movimiento hippie… un momento de pocos extremos y apatía política.
Mi madre recuerda a un Partido Popular moderado. Pero el pasado 20 de noviembre, Pablo Casado acudió a la misa por el aniversario de la muerte de Franco, en la cual hubo símbolos fascistas y se escuchó el Cara al sol a la salida.
Aquí me surgen muchísimas preguntas. ¿Por qué sigue habiendo misas en honor a un genocida? ¿Por qué el líder del “partido rey de la derecha” no se acerca a la moderación de la que hablaba mi madre? ¿En qué momento asimilamos la polarización política como un camino sin retorno?
Hay muchas cosas que están cambiando, sobre todo para nosotros, los jóvenes, que, afortunadamente, nacimos en un momento donde el nombre de Franco se reducía a otra lección del temario de Historia. Escuchábamos hablar a nuestros abuelos de la Guerra Civil y la dictadura como quien oía meras anécdotas de la infancia. Me habría gustado escuchar más a mi abuela, pero se fue antes de que pudiera entender.
Nosotros estamos de alguna forma descontextualizados respecto a nuestros predecesores y creo que muchas veces no llegamos a comprender la historia de nuestro país. Deberíamos pararnos a escuchar más. Les debemos más.
Que ahora haya jóvenes que se manifiesten en Chueca con simbología fascista al grito de “fuera maricones de nuestros barrios”, utilicen la bandera del “aguilucho” como escudo y se enorgullezcan de entonar el himno de la falange me parece, aparte de peligroso, completamente apático y desagradecido.
¿Nos hemos olvidado de las víctimas sin nombre que se llevó el franquismo?
El espíritu de Franco nunca desapareció, se escondió. Algunos en la sombra, y otros en altos cargos. Pero no voy a poner ahora en duda la integridad de la Transición española, porque sé que para los que la vivieron fue una victoria acérrima.
Pero, ¿por qué los vestigios de Franco se sienten libres de campar a sus anchas ahora? Creo que es porque hace tiempo que hemos normalizado el discurso de la ultraderecha. Los derechos obtenidos para colectivos vulnerables en el último siglo se vuelven a cuestionar. Se ha vuelto a infravalorar la dictadura como si nos olvidáramos del sufrimiento que causó. Bueno, quizá, quienes maquillan y practican la apología del fascismo no sufrieron por él.
Hay cosas que todavía no consigo entender. Quizá nunca lo haga, porque no sé por qué hemos pasado a ver el franquismo como una ideología y no como un mero antecedente histórico.
Una de esas cosas es la pasividad ante el fascismo. Ahora todos nos llamamos de extremos. Ahora dicen que los jóvenes solo vemos blanco o negro. Pero a mí me duele en el alma pensar que veis el término de “antifascista” como un extremismo. ¿No hubo un momento en el que este país estuvo unido precisamente para salir del fascismo?
¿En qué momento se ha comenzado a percibir el rechazo al fascismo como algo negativo? No lo entiendo y me llena de rabia. Porque aunque no tenga bajo la piel la sensación de patriotismo que muchos tenéis (y me encantaría sentirla como vosotros) me duele ver que mi país y mi casa se están rompiendo.
Porque nos estamos rompiendo de nuevo. Por olvidar la verdadera definición de ciertos términos, que se han utilizado para borrar de dónde venimos, y por coger de la mano a la ultraderecha. Por dejarla entrar en nuestros parlamentos y pretender que el discurso de odio sea el nuevo debate político.
El día en el que este país deje de tolerar el odio como forma de hacer política, quizá me sienta orgullosa de él. Hasta ese momento, esperaré que la memoria histórica no sea papel mojado y que las personas que sufrieron el fascismo de cerca no tengan que vivir con miedo a que vuelva a suceder.
Increíbles palabras, y pura verdad.
Maravillosa manera de expresarte.
Todo verdades, desde la primera palabra hasta la última. Lo único malo del artículo es que se acaba.