Logo de Guns N’ Roses iluminando las pantallas al final del concierto en Sevilla.
Imagen: Abro Comillas.

  • La banda brindó un concierto histórico ante más de 40 mil espectadores en el Benito Villamarín
  • Fue la segunda vez en 30 años que Guns N’ Roses pisó Sevilla

La noche del martes 7 de junio se reunieron 43 mil personas en el estadio Benito Villamarín (Sevilla) para presenciar el primer concierto de Guns N’ Roses en España desde la gira de Use Your Illusion en 1992. Fue un espectáculo grandioso que despertó la nostalgia en los seguidores más antiguos y una ilusión aún desconocida en los más nuevos.

La cita era a las 21.30 horas, pero el Puente de las Delicias llevaba desde por la mañana siendo el Camino de Santiago para las hordas de gunners que iban llegando al estadio, que lucían orgullosas sus camisetas de la banda.

Las puertas se abrieron a las 17.20 horas y el concierto dio comienzo 15 minutos después de lo previsto. Aún caía la luz sobre el Villamarín, pero los tres primeros temas fueron tan demoledores que no importó: el primero, It’s so Easy; el segundo, Mr Brownstone; el tercero, Chinese Democracy.

El show siguió con Slither, tema original de otro grupo paralelo de Slash y Duff McKagan: Velvet Revolver. El guitarrista y el bajista, junto con Axl Rose, son los únicos de la alineación original que forman parte de la banda desde la reunión en 2016. Por su parte, los nuevos fichajes no se quedaron atrás: Dizzy Reed al piano destacó por sus desgarradores solos, o Richard Fortus, el guitarrista protagonista en la clásica Rocket Queen. Melissa Reese ocupaba el otro teclado y Frank Ferrer, la batería.

Aunque fueron relativamente pocos los momentos en los que la audiencia se unió al completo para corear la letra de alguna canción, los que hubo hicieron temblar el estadio. Uno de ellos fue cuando se distinguieron los primeros acordes de Welcome to the Jungle tras la introducción de Slash con Rumble, de Link Wray. Otro, con la sorpresa de escuchar Back in Black, de nuevo de la boca de Axl, que ya estuvo con AC/DC en 2016 sustituyendo a Brian Johnson.

Fue una noche de altos y bajos. Los ánimos descendieron con las canciones más nuevas, como Absurd o Hard Skool, pero el público no decepcionó en los temas más emblemáticos de la banda: Live and Let Die; You Could Be Mine; Civil War, acompañada de una gran bandera de Ucrania en la pantalla del fondo, que se sumaba a las dos de tela en los laterales; November Rain, con Axl luciéndose en su piano de cola; o Sweet Child O’ Mine, que se empezó a escuchar tímidamente tras el solo de guitarra de Slash y fue un momento de furor absoluto.

Casi dos horas y media de concierto más tarde, tras una arrolladora interpretación de Nightrain, llegaron los bises. Para muchos no fueron las mejores elecciones incluir el larguísimo tema Coma y dejar de lado la balada Don’t Cry. A la primera, el público no terminó de engancharse; a la segunda, el público quiso aferrarse, ya que esperaba escucharla hasta el último momento, sin que la banda cumpliera su deseo.

Sin embargo, los bises también tuvieron momentos conmovedores, como el de los dos guitarristas, Slash y Richard, y el bajista, Duff, sentados en los escalones de la tarima de la batería. En la mano, una guitarra acústica cada uno, con la que brindaron una preciosa versión instrumental de Blackbird, de los Beatles, que sirvió de introducción a Patience. Duff y Richard recuperaron los instrumentos eléctricos, pero Slash se quedó en unplugged. Para un guitarrista como él, no fue un obstáculo que le impidiese seguir sobresaliendo con su solo acústico basado en Wichita Lineman, de Jimmy Webb.

Ya solo quedaba el suspiro final, daban casi las 00.30 horas y la noche envolvía el Villamarín cuando sonaron las dos últimas canciones: You’re Crazy, que despertó al público de la calma de los momentos anteriores, y sirvió como calentamiento para el apoteósico final con Paradise City. Todo el mundo, pista y grada, coreó este tema intentando aprovechar al máximo los que sabían que serían los minutos concluyentes del espectáculo.

Con el corazón encogido y las gargantas ardiendo llegaron las despedidas de la banda, todos juntos y abrazados. Quien lo viera desde las gradas quizá pudo llegar a imaginarse, si no miraba las enormes pantallas laterales y le añadía algo de imaginación, que estaba viendo a los Guns N’ Roses de hace 30 años, que pisaron el mismo suelo que el martes pasado.

La interminable colección de guitarras de Slash que se aseguró de usar al completo durante el concierto, las peculiares carreras y bailes de Axl en el escenario, la pose de Duff agarrando el bajo con las piernas totalmente abiertas… pequeños detalles que siguen ahí y demuestran que no importa que hayan pasado más de tres décadas, Guns N’ Roses siempre será Guns N’ Roses, y el rock siempre será el rock. 

 

Lucía Ayuso. Redactora.

«¿La muerte del periodismo? ¡Cuidado! ¡Es la muerte de la democracia!». Arcadi Espada