Estadio Benito Villamarín. Imagen: Anual.

La temporada pasada, los estadios se convirtieron en campos de entrenamiento gigantes donde apenas se escuchaban un puñado de voces. Las butacas, los jugadores y los entrenadores extrañaron la ausencia del llamado “jugador número 12”. O no…

11 de junio de 2020. Esa fue la fecha en la que, tres meses y un día después del último partido, volvió el fútbol español. Los partidos restantes de la temporada 19/20 y, posteriormente todos los de la 20/21 se disputarían a puerta cerrada. Esta decisión no fue bien recibida entre gran parte del mundo del fútbol y comenzaría a surgir una pregunta: ¿tiene sentido el fútbol sin aficionados?

Denis Suárez, centrocampista del Celta de Vigo, lanzó una reflexión a redes sociales que rezaba lo siguiente: “Jugamos para los aficionados. ¿Tiene sentido jugar sin ellos?”. También Ander Herrera, jugador del PSG, mostró su descontento en redes sociales y quiso recordar por qué están ahí: “Es buen momento para recordar que el fútbol sin aficionados no es nada”. Cristiano Ronaldo fue un poco más allá y tiró de comparaciones literarias para decir que “jugar sin público es como un jardín sin flores”. Pero esta medida no solo despertó quejas entre los futbolistas, entrenadores de talla mundial también manifestaron su desacuerdo con los partidos a puerta cerrada. Zinedine Zidane declaró “no me gusta jugar sin público” y Pep Guardiola alimentó el debate afirmando que “si la gente no puede venir al estadio, no tiene sentido jugar”.

Cristiano Ronaldo: “Jugar sin público es como un jardín sin flores”

A la vista está que, pese a las quejas de gran parte del mundo del fútbol, el balón echó a rodar y, a pesar de que el debate de si tiene sentido o no el fútbol sin aficionados continuó, surgió una nueva incógnita: ¿Cómo afecta a los futbolistas jugar sin público?

Con la ausencia de “el respetable” se eliminan muchos de los estímulos que un futbolista recibe durante los 90 minutos de juego. No hay cánticos ni aplausos, abucheos ni silbidos, y ni siquiera se escucha ese ruido indescifrable cuando 50.000 personas se comunican entre ellas con miles de conversaciones cruzadas. No obstante, esto no quiere decir que el jugador deje a un lado las emociones y se transforme en una especie de robot. Esta situación requiere un análisis mucho más profundo, aunque la principal hipótesis parece clara: sin público, hay más concentración por parte de los futbolistas.

El doctor Michael Leitner, del Centro de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Salzburgo, Austria, realizó un estudio para conocer el comportamiento emocional de los futbolistas del FC Red Bull Salzburgo sin público. El equipo de investigación de Leitner se dedicó a analizar todos los partidos de la Bundesliga Austriaca de las dos últimas temporadas, para comparar el comportamiento de los jugadores en la temporada con y sin público.

A primera vista, el estudio mostraba una conclusión evidente: los partidos habían sido más tranquilos. Sin aficionados ejerciendo presión, las discusiones entre jugadores y árbitros disminuyeron, se redujo el tiempo de las disputas y se reanudaba el partido más rápido. Para ser precisos, los datos cosechados por el estudio en los llamados “partidos fantasmas” mostraban que las “palabras de pelea” y las “discusiones” cayeron un 5,1 %. Podría llegar a pensarse que esta caída en las discusiones es consecuencia de una relajación y una bajada en la intensidad de los futbolistas. Sin embargo, la realidad es que hubo un incremento del 9,4 % en las faltas de los “partidos fantasmas”. Además, este aumento en la concentración se materializó en goles, tal y como muestra el estudio, el número de goles en los partidos sin público aumentó hasta un 20 %.

Futbolistas más concentrados, más efectivos y más limpios pese a que cometiesen un mayor número de faltas. Todo eso es lo que dejaron los partidos a puerta cerrada. Sin embargo, el fútbol, no son solo once contra once (y no, no siempre gana Alemania), existe un factor más que, por suerte o por desgracia, influye. Lo que Gary Lineker pasó por alto en su célebre frase es, posiblemente, la figura más odiada y necesaria del mundo del balompié: el árbitro.

 

Los árbitros, más tranquilos que nunca
Aunque en ocasiones se olvide, el árbitro es una persona más dentro del terreno de juego. Comete aciertos, errores e intenta hacer su trabajo lo mejor que puede, como cualquier profesional. Por lo tanto, también se vio influido por la ausencia de público, aunque, en su caso, sería porque dejaron de recibir insultos, abucheos y silbidos. Esto sumado a que los futbolistas discutían menos se traduce en una cosa: menos amonestaciones.

Los primeros 50 partidos de la temporada 2020/2021 se jugaron a puerta cerrada, no hubo ni un solo aficionado y lo único que se escuchaba eran las voces de jugadores, entrenadores y árbitros. Durante estos 50 partidos se sacaron en total 227 tarjetas amarillas y 11 rojas, con una media de 4,45 amarillas y 0,22 rojas por partido. Por otra parte, en los primeros 50 partidos de la temporada 2021/2022, ya con público en los estadios, se mostraron 275 amarillas y 14 rojas, con una media de 5,5 tarjetas amarillas y 0,28 tarjetas rojas por partido. Con estos primeros datos se puede observar cómo los árbitros sacaron 48 tarjetas amarillas y 3 rojas más con público, con una media de 1 amarilla y 0,06 rojas más por encuentro. Aparentemente, el porcentaje de rojas no tiene apenas relevancia, sin embargo, el dato de las tarjetas amarillas es especialmente significativo. El público, según el estudio realizado por Abro Comillas, influye hasta el punto de conseguir una amarilla más por partido. Visto esto, la pregunta que surge esta vez es ¿a qué equipo le sacan esa amarilla?

Tradicionalmente, la opinión popular siempre se ha decantado porque los árbitros tienen una tendencia a favorecer al equipo local, debido a la presión del público. “Barrer para casa”, de toda la vida.

Este pensamiento del imaginario colectivo concuerda con el estudio de Carlos Cueva, investigador del Departamento de Fundamentos de Análisis Económico de la Universidad de Alicante. El doctor Cueva aprovechó la pandemia para recopilar datos de más de 230.000 partidos desde 1993 hasta 2020, de 41 ligas y 30 países. En su estudio Animal Spirits in the Beautiful Game, Carlos Cueva compara los promedios de faltas y tarjetas de los equipos locales y visitantes antes y después de la pandemia. La principal conclusión a la que llega dicho estudio es que, con público en los estadios, al equipo visitante le pitan un 3 % más de faltas, le sacan un 17 % más de amarillas y hasta un 33 % más de rojas que al local. Por lo tanto, queda claro que, estadísticamente, el público influye en los árbitros a la hora de amonestar.

A día de hoy, ya con el 100 % de aforo en los estadios y con la “nueva normalidad” cada vez más cerca, se sigue sin saber si el fútbol sin aficionados tuvo sentido. Lo que sí se ha demostrado es que fue diferente. Porque da igual sus protagonistas, sus medios y su forma, el fútbol, sea como fuere, es mucho más que 11 contra 11.

 

Alberto García. Jefe de Deportes y redactor.

“No miente tan solo aquel que habla en contra de lo que sabe sino, ante todo, aquel que habla en contra de lo que no sabe”. Friedrich Nietzsche

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