Manifestación de simpatizantes de Alternativa por Alemania. Imagen: omgnews.today.
El 6 de mayo de 2012, en plena crisis económica, tuvieron lugar elecciones legislativas en Grecia. El desequilibrio político que sufría a su vez el país heleno hizo que los griegos apostasen por fuerzas políticas alternativas, lo que produjo importantes cambios en el Parlamento. Entre ellos, uno de los que más llamó la atención de la comunidad internacional fue la llegada del partido neonazi Amanecer Dorado al Consejo de los Helenos, con 21 de los 300 diputados que conforman la Cámara. Este partido se comenzó a gestar en la década de los 80 como reacción a la caída de la Dictadura de los Coroneles. Llevaba existiendo durante años de forma intermitente, pero jamás había conseguido representación parlamentaria.
Las elecciones de mayo de 2012 no fueron un caso aislado. En los comicios europeos de 2014 Amanecer Dorado se hizo con un 9,4 % de los votos y se convirtió en la tercera fuerza griega en el Parlamento Europeo. A partir de entonces, una serie de problemas legales, relacionados con el asesinato del rapero Pavlos Fyssas y otros delitos que implicaban a sus líderes y simpatizantes, hicieron que el partido fuese perdiendo popularidad. En 2019 cerró sus sedes y al año siguiente fue declarado organización criminal.
Amanecer Dorado, por su clara ideología neonazi, no constituye un buen ejemplo de la ultraderecha populista que en estos últimos años se expande por la Unión Europea. Sin embargo, su ascenso sirve como prólogo de estos hechos, pues es la primera demostración que se vive en un país de la Unión Europea del auge del populismo ultra de derechas, alejado de la mayoría de sus parlamentos desde hacía décadas.
Simpatizantes de Amanecer Dorado en una manifestación. Imagen: 80grados.net
En el año 2014 se celebraron elecciones al Parlamento Europeo y el por entonces llamado Frente Nacional (actualmente Agrupación Nacional) consiguió casi el 25 % de los votos franceses, situándose como primera fuerza del país galo. Se trataba de un partido que ya era conocido en Francia, fundado en 1972 y con porcentajes que, desde 1984, solían rondar entre el 5 % y el 11 % de los votos en las elecciones al Parlamento Europeo. Pero los resultados de 2014 no tenían precedentes, Frente Nacional pasó de haber obtenido 1.091.691 votos en 2009 a obtener 4.712.461 cinco años más tarde.
Estas cifras generaron un enorme impacto mediático. Algo que permitió al Frente Nacional de Marie Le Pen situarse como cabeza de la ultraderecha europea y ayudó a crecer al resto de partidos de esta tendencia. Es el caso de Alternativa por Alemania, que surgió en 2013, obtuvo el 7,1 % de los votos alemanes para las elecciones europeas de 2014 y alcanzó su punto álgido en 2017, cuando consiguió el 12,6 % de los votos en las elecciones federales del país germano.
Vox, en España, es otro caso que sirve para ejemplificar este rápido crecimiento en países de la UE de partidos ultraderechistas relativamente jóvenes. A finales de 2013 fue fundado por militantes críticos del PP. Tras unos años de irrelevancia política, el partido comienza a hacerse notar a través de actos como el despliegue de una bandera española en el peñón de Gibraltar en 2016 o su presentación como acusación popular durante el juicio por el proceso soberanista de Cataluña en 2017. En ese mismo año, Vox participó en una cumbre de la derecha euroescéptica a la que acudieron tanto Frente Nacional como Alternativa por Alemania. En 2018 consiguió 12 escaños en las elecciones al Parlamento de Andalucía, introduciéndose por primera vez en las instituciones.
En 2019, Alternativa por Alemania duplicó sus votos para las elecciones al Parlamento Europeo. Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional) perdió únicamente un escaño y Vox obtuvo por primera vez representación, con el 6,20 % de los votos españoles. Además, el partido de Santiago Abascal se alzó en las elecciones generales de ese mismo año con 24 escaños en abril y con 52 en noviembre, consiguiendo superar el 15 % de votos.
Así han avanzado los partidos ultraderechistas de carácter populista dentro de los países de la UE. Estos tres casos son bastante representativos por tratarse de organizaciones que han ascendido a una gran velocidad en menos de una década, sin embargo, hay más ejemplos de partidos similares con un porcentaje de votos relevante: la Liga en Italia, el Partido por la Libertad en Países Bajos, Alianza Nacional en Letonia o Patriotas Unidos en Bulgaria.
José Luis Rodríguez Jiménez, historiador especialista en extrema derecha: “Ha desempeñado un papel fundamental la decisión de hacer de la xenofobia la columna vertebral del programa electoral [del Frente Nacional francés]”.
¿Qué caracteriza a estos partidos?
Tal y como afirma el historiador José Luis Rodríguez Jiménez en su trabajo De la vieja a la nueva extrema derecha (pasando por la fascinación por el fascismo), el rechazo a la inmigración es el punto en el que convergen la mayoría de fuerzas ultraderechistas. Además, para Jiménez, la reacción xenófoba a las crisis migratorias no sólo es su principal elemento común, sino también “la columna vertebral de su programa electoral”.
Sin embargo, este no es el único factor común de los ultraderechistas. Según Jiménez, sostienen, además, un discurso ultranacionalista de carácter populista y una defensa agresiva del mismo, basada en el ataque a las minorías étnicas del país y a los inmigrantes de culturas no occidentales, en vez de en el imperialismo o el sometimiento de naciones vecinas.
Esto lleva, a su vez, a los partidos de ultraderecha a defender la tradición y costumbres occidentales. Surge así un discurso que desconfía de la multiculturalidad y afirma que la inmigración puede llevar a la destrucción de la cultura original de un país.
El politólogo neerlandés Cas Mudde en el abstract de su obra Nativism in European Politics: “El término nativismo es definido como una ideología que defiende que los estados deben ser habitados exclusivamente por sus pobladores nativos, entendiendo a los no-nativos como una amenaza para la homogeneidad del estado nación”.
Para Cas Mudde, politólogo neerlandés especializado en el estudio de la extrema derecha y el populismo en Europa, el nativismo es otro de los puntos clave de la nueva ultraderecha que aparece en los países de la Unión Europea.
El nativismo es un concepto que hace referencia a la unión del nacionalismo y la xenofobia. Según Mudde, este es el elemento común presente en todos los partidos de la nueva ultraderecha, pues de él derivan el ultranacionalismo, la xenofobia, el rechazo a la inmigración, el etnicismo y la defensa de la monoculturalidad. Además, de la preocupación por el mantenimiento de la cultura nacional y del rechazo a las políticas de acogida de inmigrantes surge buena parte del euroescepticismo propio de esta ultraderecha.
Marie Le Pen, dirigente de Agrupación Nacional. Imagen: Middle East Monitor.
¿Y en qué se diferencian los partidos de la nueva ultraderecha del fascismo y la extrema derecha tradicional?
Para José Luis Rodríguez Jiménez, uno de los puntos más importantes en los que la nueva ultraderecha se diferencia de la antigua extrema derecha es en el abandono de la lucha directa contra la democracia. Mientras que el fascismo, el neofascismo y sus derivados “abogan por la suspensión de las instituciones y libertades democráticas”, la nueva ultraderecha se integra en el sistema, atacando únicamente a una serie de libertades concretas (relacionadas con la inmigración, los derechos de la comunidad LGTBI, etc.).
Otra cuestión donde las diferencias son claras es en el papel que unas y otras fuerzas consideran que debe jugar el Estado. Para la extrema derecha tradicional, el Estado debe tener una fuerte presencia en la sociedad y la economía. La nueva ultraderecha, sin embargo, se encuentra mucho más cercana a políticas liberales contrarias al Estado del bienestar. Es partidaria de bajar los impuestos y aumentar el peso del Estado sólo en cuestiones muy concretas: como la seguridad o las políticas proteccionistas.
JL. R. Jiménez: “Debemos partir de la base de que los partidos de extrema derecha y ultranacionalistas que ocupan en la actualidad un lugar destacado en los medios de comunicación no abogan por la supresión de las instituciones y las libertades democráticas”.
Por último, Jiménez señala un tercer punto de ruptura entre la antigua extrema derecha y la nueva ultraderecha. Mientras que los partidos fascistas y sus derivados tendían (y tienden) al antisemitismo, los nuevos partidos de ultraderecha dejan esa cuestión a un lado y centran su crítica en la comunidad y la cultura musulmana (a causa, probablemente, de que la mayoría de los inmigrantes que llegan a Europa sean originarios de países musulmanes). Para justificar esta crítica se escudan en la defensa de las tradiciones y valores occidentales y advierten de un supuesto peligro de “fagocitación cultural”.
Además, este nuevo ultraderechismo ya no persigue un sueño imperialista ni tiene gran interés por una política exterior agresiva, sino que se centra en el “enemigo interior” (el inmigrante o la minoría étnica) y el mantenimiento de las tradiciones.
Es por todas estas diferencias por las que al comienzo del reportaje se mencionaba la imposibilidad de mostrar a Amanecer Dorado como un buen ejemplo de la nueva ultraderecha europea. Partidos como Vox, Alternativa por Alemania o Agrupación Nacional aceptan las reglas del juego democrático y cargan contra cuestiones como la inmigración y la cultura musulmana con diversos pretextos. Por el contrario, Amanecer Dorado, al tratarse de un partido neonazi (con estrategia e ideología similares a la antigua extrema derecha), se muestra directamente opuesto al sistema democrático.
Mateo Salvini, líder de Liga, el partido de la ultraderecha italiana. Imagen: globedia.com
Pero el nativismo y la adscripción de la ultraderecha a la democracia no son los únicos motivos del éxito de esta corriente ideológica entre la población de la Unión Europea. Según Jiménez, también influye el miedo de las clases medias a perder su posición socioeconómica a causa de la crisis del sistema de bienestar y de las ayudas entregadas a la población menos favorecida. La ultraderecha, a diferencia de otros movimientos de corte populista, ha sido capaz de transformar este miedo en votos, arrastrando hacia sus partidos a ciudadanos de sectores ideológicos muy diversos.
A este factor, Jiménez le suma el hartazgo de la población europea con los defectos del sistema democrático. La lejanía mostrada por los partidos políticos tradicionales con respecto a sus votantes es aprovechada por la ultraderecha con un discurso que señala problemas concretos y describe soluciones sencillas. Apela al votante de clase trabajadora, desapegado de la política tradicional por la creencia de que esta no da ningún resultado. Mientras que los partidos políticos convencionales han sido incapaces de solventar este problema y los populistas de izquierdas han sido incapaces de conectar con las masas para aprovecharlo, la ultraderecha ha convertido el hastío en votos.
La consecuencia de la unión de estos factores es el ascenso de diversos partidos ultraderechistas a lo largo de casi todos los países miembros de la Unión Europea (con resultados que rondan en torno a la obtención de un 10 % o 15 % de los escaños de cada parlamento). Lo que da a esta clase de partidos, como advierte José Luis Rodríguez Jiménez, la oportunidad de marcar la agenda y el debate político, haciendo ver sus posturas e ideas como legítimas y razonables.
Pero ser una parte clave de la oposición en los parlamentos y hacerse un hueco en el debate público no son los únicos triunfos que ha obtenido la nueva ultraderecha en la Unión Europea. También han conseguido llegar al Gobierno. Es el caso del Partido de la Libertad de Austria y la Liga italiana, quienes hasta 2019 formaron parte de la coalición de gobierno de sus respectivos países. También es el caso del Partido Ley y Orden de Polonia, líder de la coalición de gobierno con el 43 % de los escaños, o del Fidesz-Unión Cívica Húngara, que gobierna con mayoría absoluta.
En estos países se ha podido observar no sólo la presencia de las ideas de la ultraderecha en el debate público, sino su llegada a los planos legislativo y ejecutivo y sus efectos. Así ha sido el caso de Hungría y Polonia, países en los que el avance en materia de derechos LGTBI se ve amenazado ante leyes como la que prohíbe el acceso a menores de edad a contenidos que “promuevan” la “divergencia de la identidad propia correspondiente al sexo al nacer, cambio de sexo u homosexualidad” en Hungría. También se ha hecho notar su influencia sobre la acogida de migrantes. Buena prueba de ello es que la gestión que hizo la Liga de la crisis migratoria del Open Arms fuese uno de los motivos para la ruptura del gobierno de coalición italiano.
“Strefa wolna od LGBT” (Zona libre de LGBT), cartel pegado recientemente en algunas partes de Polonia. Imagen: Kaos en la Red.
¿Cómo enfrentarse al auge de la nueva ultraderecha?
Jiménez afirma que la clave es la mejora de la calidad del sistema democrático. Estos partidos ultraderechistas no vencen por méritos propios, sino por fallos de sus rivales. Son una reacción al deterioro de las democracias liberales y a la pérdida de confianza en el estado de bienestar. “Corresponde a los demócratas reaccionar y exigir una democracia de mayor calidad y a los dirigentes de los partidos con sincera vocación democrática acercarse más a los ciudadanos”, afirma el autor español en su obra De la vieja a la nueva extrema derecha (pasando por la fascinación por el fascismo).