Milicianos libios durante la segunda guerra civil. Imagen: Monitor de Oriente.
- Dos primeros ministros paralelos se llevan disputando la dirección del país desde febrero
- Los enfrentamientos entre milicianos leales a uno y a otro dejaron al menos 32 muertos en Trípoli la semana pasada
El pasado viernes 26 de septiembre, Fathi Bashagha, el primer ministro reconocido en la ciudad libia de Tobruk, trató de entrar por la fuerza en Trípoli, la capital del país, donde es a Abdul Hamid Dbeibé a quien se reconoce como primer ministro. Esta acción desató un tiroteo entre las fuerzas afines a cada líder que se saldó con el regreso de Bashagha a Tobruk, la muerte de al menos 32 personas y más de un centenar de heridos.
Desde febrero, cuando la Cámara de Representantes de Libia escogió, sin el visto bueno de Trípoli, a Bashagha como primer ministro, las disputas entre el Gobierno formado en Tobruk y el Gobierno de Unidad Nacional, del que Dbeibé es primer ministro interino (a la espera de elecciones), no han dejado de suceder. Sin embargo, jamás había tenido lugar algo como lo acontecido la pasada semana, que ha dejado a Libia al borde del inicio de una nueva guerra civil.
Antecedentes
Tras la primera guerra civil libia, en 2011, que condujo a la caída y ejecución del coronel Muamar Gadafi, muchas de las milicias que participaron en el derrocamiento del mandatario libio se negaron a dejar las armas.
Esto facilitó que, en 2014, el dirigente militar Jalifa Hafter, de marcado carácter antislamista, se autoproclamase líder del llamado Ejército Nacional Libio. Dicho ejército exigía la disolución del Congreso General de Trípoli, controlado por los diputados del partido islamista Justicia y Construcción (afiliado a los Hermanos Musulmanes), que se habían negado a dejar sus escaños tras la decisión del propio Congreso General de poner fin a su mandato en favor de la Cámara de Representantes de Libia, la cual debería haber tomado su relevo.
Así comenzó la segunda guerra civil libia, que se alargó hasta la firma de un alto el fuego definitivo en 2020 y dejó al país en su situación actual: gobernado por dos autoridades paralelas con legitimidades discutidas.
Pese a todo, la firma del alto el fuego permitió la creación, en Trípoli, de un Gobierno de transición que fijó unas elecciones para diciembre de 2021. Las disputas sobre las reglas que debían regir los comicios llevaron a su retraso indefinido e hicieron a Dbeibé, primer ministro interino del Gobierno de Unidad Nacional, afirmar que hasta que no se redactase una constitución para el país, no anunciaría elecciones.
Mientras tanto, en Tobruk, el retraso de las elecciones y el alargamiento de Dbeibé en el poder, hicieron que la Cámara de Representantes de Libia considerase expirado su tiempo como primer ministro interino y celebrase, en febrero de este año, unas elecciones de dudosa legitimidad, no reconocidas por Trípoli ni por la ONU, que dieron el cargo de primer ministro a Fathi Bashagha.
Las autoridades paralelas
La de Tobruk, apoyada en la Cámara de Representantes de Libia, con reducida representatividad y muy dependiente de Jalifa Hafter y su Ejército Nacional Libio. Reconoce a Fathi Bashagha como primer ministro.
La de Trípoli, apoyada en el Consejo de Estado Superior, diseñado por la ONU durante la guerra civil, y el Gobierno de Unidad Nacional, surgido tras la guerra civil y formado por la coalición de islamistas y moderados que se opuso a Jalifa Hafter durante la misma. Reconoce a Abdul Hamid Dbeibé como primer ministro y cuenta con el apoyo de Naciones Unidas.
En el plano internacional
Debido al desarrollo de la guerra en Ucrania, las reacciones de las grandes potencias mundiales a la escalada de tensión en Libia han sido más limitadas de lo que se podría haber esperado.
Con la elección de Joe Biden como presidente de Estados Unidos y la salida de Donald Trump de la Casa Blanca, el gigante americano parece volver a inclinarse a favor de Trípoli.
Rusia, que durante la segunda guerra civil Libia se posicionó del lado de Tobruk, no parece ir a tomar partido a corto plazo, debido a su inmersión en la guerra de Ucrania.
Entre tanto, Turquía trata de desempeñar un papel de mediador en el conflicto que podría resultar muy beneficioso para cumplir con sus intereses económicos y geopolíticos en Libia. En los últimos días, los dos primeros ministros han pasado por Ankara y parece probable que la intención del presidente turco, Erdoğan, sea celebrar, próximamente, una reunión con ambos para tratar de detener la escalada militar que acerca a Libia a la que sería ya su tercera guerra civil en en menos de 12 años.