Iceberg en Groenlandia. Imagen: PIXNIO.
- Un Informe sobre el Cambio Climático, publicado por la revista Nature Climate Change, asegura que la Circulación Meridional de Retorno Atlántico (AMOC) está al borde del colapso
- Las consecuencias serían visibles a nivel global, aunque con mayor magnitud en Europa
Un estudio publicado el pasado mes de agosto en la revista Nature Climate Change, y elaborado por el climatólogo Niklas Boers, ha afirmado que la Corriente Atlántica está “frenándose” y “al borde del colapso”. Este informe no solo reafirma la pérdida de potencia de la corriente marina (que ha mermado un 15% desde mediados del siglo pasado), sino que además prevé que su funcionamiento cese en un futuro no muy lejano. Asimismo, confirma que hay indicios suficientes como para determinar que está al borde de un “colapso inminente”.
Las corrientes marinas son uno de los mecanismos principales que sostienen el clima tal y como lo conocemos. Una de estas corrientes principales es la Corriente Atlántica, la cual ha sido objeto de un estudio reciente que augura tiempos difíciles.
La Circulación Meridional de Retorno Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés) es la encargada de transportar masas de agua cálida desde los trópicos hacia el norte por la superficie del océano y agua fría hacia el sur por el fondo del mismo. De este modo, la AMOC es la responsable de regular la temperatura en la zona meridional del Atlántico. Por ello, es gracias a la AMOC por lo que en Gran Bretaña e Irlanda, por ejemplo, llueve en abundancia mientras que en España existe un clima más moderado que en latitudes idénticas de la costa de Estados Unidos.
Sin embargo, la investigación señala que las causas de esta ralentización son desconocidas, aunque una de las teorías con mayor peso apunta a que podría deberse al aumento del hielo derretido en el Atlántico Norte, que está afectando a su salinidad.
En caso de colapso, ¿cuáles serían sus consecuencias?
Boers señala que las consecuencias tendrían efectos inmediatos a nivel global. De este modo se producirían cambios abruptos y significativos en todo el planeta, incluyendo el aumento del nivel del mar de hasta 50 centímetros o inviernos más extremos. En cuanto a las temperaturas, el hemisferio norte sufriría un enfriamiento generalizado, además de que se producirían borrascas mucho más fuertes que las actuales.
Algo similar ocurriría con el viejo continente, donde se producirían largas sequías y gran parte de este quedaría sumido en un invierno helado permanente. Juan Jesús González Alemán, físico atmosférico de la Universidad Complutense de Madrid, declaró a el Correo de Andalucía que “una vez esto ocurra, el movimiento de aguas cálidas tropicales a la zona del Atlántico norte cesará, con lo que se convertirán en aguas más frías e influirán de manera determinante en el clima de la región”.
Incluido dentro de los nueve ‘puntos de inflexión’ climáticos
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) recoge los principales puntos de inflexión climáticos que, de traspasarse, conllevaría unos cambios irreversibles en el sistema climático de la Tierra. Estos elementos son el hielo marino del Ártico, la capa de hielo de Groenlandia, los bosques boreales, el permafrost, el sistema de corrientes del océano Atlántico, la selva del Amazonas, los corales de aguas cálidas, las capas de hielo del océano Antártico occidental y la Antártida oriental.
Estos elementos importan por muchas razones, entre ellas por el hecho de que todos están interconectados, así que lo que le afecte a uno acabará teniendo repercusiones en el resto.
¿Se puede revertir este proceso?
El aumento de la densidad de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera aumenta la probabilidad de un colapso de la AMOC en un futuro. Por ello, la clave es emitir la menor cantidad posible de gases nocivos a la atmósfera.
Así, aunque el estudio no especifica el tiempo en el que puede ocurrir este colapso de la Corriente Atlántica, no descarta que pase en las próximas decenas de años (probablemente antes del final del siglo).